Según lo describe el propio editor, en los diversos textos que componen el volumen, “Junto con pensar sobre el arte, Fédier va reflexionando acerca de lo que es el ser humano y de lo que tendría que ser para estar a la altura de sí mismo”.
Son nueve capítulos y cuatro anexos que recorren el pensamiento y la proyección de Heidegger, del cual François Fédier es uno de los mayores especialistas y traductor canónico al francés, puesto que tuvo a su cargo la traducción de la edición integral del filósofo alemán. También están presentes Matisse y Cezanne; Holderin, Mallarmé, Baudelaire, Proust y Kandinsky. En suma, el arte es mirado desde perspectivas y aproximaciones diversas, pero siempre con el trasfondo del ser humano y su instalación en el mundo.
Según afirma su editor: «Cada capítulo es relativamente independiente de los otros que integran el libro. Por tanto, se puede leer cada uno de ellos sin necesidad de abordar la obra entera. Por ejemplo, las referencias a Paul Cézanne (capítulo 5) y a Henri Matisse (capítulos 3 y 4) se sostienen por sí mismas. Lo mismo cabe decir de las referencias, más breves, a Marcel Proust (capítulo 7) y a Wassily Kandinsky (capítulo 8).
Francois Fédier falleció en abril de 2021. Además de los encargos de Heidegger, tradujo numerosos poemas y textos importantes de Friederick Holderin. Fue profesor de una nueva generación de filósofos, como Hadrien France-Lanord, Philippe Arjakovsky y Fabrice Midal.
Tuvo una importante relación con Chile. Ya en 1965, como relata Jorge Acevedo, en un artículo publicado en la Revista de Filosofía, participó en la travesía Amereida, un viaje junto a intelectuales y artistas, que partió desde Chile, pasó por Argentina y llegó a Bolivia, aunque inicialmente querían llegar a Venezuela. Además, fue uno de los fundadores de la “Ciudad Abierta”, muy vinculada a la escuela de arquitectura, situada al norte de Valparaíso.
Acevedo abunda en la personalidad de Fédier: “Lo conocí a mediados de 1973, en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Católica de Valparaíso. Tuve la fortuna de asistir a dos seminarios que dio allí. Uno sobre las tesis a Feuerbach de Marx y otro sobre Arthur Rimbaud. En ese momento me llamaron profundamente la atención algunas ideas en torno a las que Fédier hacía pensar. Una fue ‘hay que ser absolutamente modernos’, de Rimbaud. Otra, ‘hablar por hablar, tal es la fórmula de la liberación’, de Novalis. Un tanto extrañado, me preguntaba si este joven profesor, acompañado de sus estudiantes de khâgne –varones y mujeres–, no se estaría saltando la crítica de Heidegger a la modernidad y su puesta en cuestión del habla cotidiana. El hecho de que usara pantalones pata de elefante aumentaba mi extrañeza aldeana frente al visitante. Por suerte, la admiración y respeto que suscitaba entre grandes maestros de la filosofía en Chile hicieron que tal suspicacia se disipara rápidamente».
Si bien el libro recorre autores y miradas diversas, según Acevedo: «lo que unifica las consideraciones del autor consiste en dar cierta preeminencia a las obras de arte y a lo que plantean los artistas frente a la filosofía y, en especial, a la estética. Normalmente, la filosofía ha hablado sobre el arte. Fédier también filosofa, pero lo hace desde el arte, tomando en cuenta de manera primordial lo que los artistas dicen acerca de su propio quehacer y sus logros artísticos».
En relación al punto crucial de la interrogación del ser humano a través del arte, el editor afirma que le «parece pertinente indicar que al comienzo del capítulo 4, Fédier cita unas palabras de Henri Matisse: ‘Lo humano, ¿qué es en definitiva? Es la facultad que tienen algunos seres de identificarse con su entorno, con las personas que los rodean, o con las flores que ven, o con los paisajes en medio de los cuales viven. Los colores de un cuadro, como las frases de una sinfonía, no tienen necesidad de anécdota para darle al espectador o al auditor el sentimiento de que el artista es un ser sensible o generoso'».
En las últimas semanas ha tomado cuerpo un debate en torno al avance de la inteligencia artificial y su efecto en nuestra sociedad. Si bien en el texto de Fédier no hay ninguna relación directa con el tema, Jorge Acevedo, arriesga cierta aproximación al punto:
«Al final de su ensayo ‘Después de la técnica’, Fédier se refiere a la época histórica en que existimos y dice: ‘Con la pregunta por la técnica se trata constantemente de volver a recuperar la proximidad de lo que se aleja, de tal modo que no terminemos por ver este alejamiento sólo bajo la máscara mal gestada de una amenaza de muerte. Pero la técnica en sí misma no es amenaza de muerte, así como no es promesa de maravillas'».
Fuente: Noticias Facultad de Filosofía y Humanidades, U. de Chile / Autor: Felipe Pozo.